Llegué a Numen de la mano de mi hermana quien me acercó la propuesta del taller de mandalas sabiendo de mi gusto por el dibujo y la pintura. Sentí que me podía servir para enriquecer mis proyectos en mosaico, pero también me intrigaba el hecho de que no es un taller artístico sino de arte terapia. Hoy lo siento como un viaje de ida, un abrir la puerta para descubrirme, reconocerme, valorarme, dejarme fluir, incomodarme, sorprenderme con lo simbólico del mandala y de los mensajes, de las pistas que aparecen a través de lo creativo, a veces al instante, a veces más tarde y en otras ocasiones a la espera de descifrar lo que surgió. Disfrute del proceso de dejarme llevar para crear, del acompañamiento de Héctor, del amoroso grupo y de esta maravillosa experiencia a la que me entregué con miedo al comienzo y, rápidamente, con muchísimo placer.
Gracias, gracias, gracias.