“Me costó mucho tiempo comprender de dónde venía. El Principito, que me hacía muchas preguntas, jamás parecía oír las mías. Fueron palabras pronunciadas al azar, las que poco a poco me revelaron todo. Así, cuando distinguió por vez primera mi avión (no dibujaré mi avión, por tratarse de un dibujo demasiado complicado para mí) me preguntó:
—¿Qué cosa es ésa?
—Eso no es una cosa. Eso vuela. Es un avión, mi avión.
Me sentía orgulloso al decirle que volaba. Él entonces gritó:
—¡Cómo! ¿Has caído del cielo?
—Sí —le dije modestamente.
—¡Ah, qué curioso!
Y el Principito lanzó una graciosa carcajada que me irritó mucho. Me gusta que mis desgracias se tomen en serio. Y añadió:
—Entonces ¿tú también vienes del cielo? ¿De qué planeta eres? “